HISTORIA DE LA NATACIÓN EN AGUAS ABIERTAS
La natación nace como una práctica de supervivencia en un medio desconocido y peligroso para los humanos.
La necesidad de desplazarse resultaba vital para las tribus prehistóricas, teniendo que sortear obstáculos naturales con agua, como ríos, lagos, playas, etc.
Hasta el siglo XVIII, no se fundó en Inglaterra la primera organización dedicada a la natación, la National Swimming Society (Sociedad Nacional de Natación). Esta sociedad, quería entender la natación como algo más que supervivencia, en una época en la que empezaban a aflorar la consolidación de los deportes.
Así pues, las primeras competiciones empezaron a realizarse en ríos y playas, haciéndose extensivo el uso de piscinas con el paso de los años.
Ya en las primeras Olimpíadas modernas, el 1896 en Atenas, la natación fue deporte de pleno derecho, realizándose todas sus pruebas en el mar, dada la negativa de los organizadores en invertir recursos en la construcción de un recinto especializado.
Sin embargo, no ha sido hasta el 2008 en Pekín que las Aguas Abiertas obtuvieron el estatus de disciplina “per se”. No en vano, la natación en aguas abiertas es una disciplina que abarca competiciones desde menos de un quilómetro de distancia hasta auténticas maratones de más de 25 quilómetros.
A nivel nacional, podemos destacar a los nadadores Kiko Hervás y Erika Villaécija (esta última fue la única representante española en los últimos JJOO, entrando en una meritoria 17ª posición).
También cabe destacar a figuras mediáticas como los nadadores David Meca, quien popularizó la larga distancia con travesías como Jávea-Ibiza, o la incombustible Margarita “Tita” Llorens, nadadora “purista” (no usa neopreno para sus travesías) que ha realizado retos como la Ibiza-Mallorca.